lunes, 13 de agosto de 2018

Paradojas de la política

Contrasentido de la política: Franco, el franquismo y la Constitución de 1978, en el ojo del huracán socio-comunista-separatista.

Foto obtenida de Internet
Foto obtenida de Internet
Hay una ley no escrita pero que ha sido rigurosamente aplicada y aceptada histó- ricamente: el vencedor en los Golpes de Estado o en las guerras civiles o internaciona- les, utiliza la represión que estima oportuna al derrotado al estar legitimado ancestralmente en la “opinio iuris sive nece- ssitatis”, que es la convicción de la obligatoriedad jurídica, elemento espiritual de la cos- tumbre o convicción por parte de los sujetos del Derecho Internacional de que una prác- tica obliga jurídicamente. La costumbre internacional tiene su base en una práctica generalmente aceptada como derecho entre los Estados. Su existencia exige la concurrencia de dos factores: el material o elemento objetivo, consistente en la repetición de un hecho en forma continua, y el psicológico o elemento subjetivo, que consiste en crear normas u “opinio iuris”, es decir, cumplir con lo establecido como si fuese obligatorio. Es una legitimidad que posteriormente puede convertirse en “legalidad” cuando ese poder político nacido con el final de una Guerra o Golpe de Estado (cruento o no) se consolida.
Desde la más remota antigüedad este concepto de legitimidad del vencedor está plenamente asumido y las “represiones” desencadenadas forman parte de la historia de la humanidad sin que nadie se rasgue las vestiduras por ello. Así actuaban griegos, espartanos, macedonios, asirios, egipcios, cartagineses, romanos, hunos, seguidores de Mahoma, cristianos papistas, cristianos protestantes, imperialistas españoles, anglosajones holandeses, portugueses y belgas, revolucionarios franceses, imperialistas galos napoleónicos, nordistas y sudistas norteamericanos, las repúblicas sudamericanas post independizadas, los rojos soviéticos vencedores de los rusos blancos, los chinos comunistas y chinos nacionalistas, potencias vencedoras de la primera y segunda guerra mundial, nacionales españoles frente a españoles rojos, la Cuba de Fidel, los vietnamitas y demás países que forman la antigua Conchinchina frente a Francia y USA, habiendo llegado hasta nuestros días esa opinio iuris en las guerras de los Balcanes y en la de Irak, con su ramificación libia y al siempre latente conflicto judío-palestino-países árabes.
León Degrelle (a la derecha), el belga a quien Hitler quería como a un hijo (Foto de Internet)
León Degrelle (a la derecha), el belga a quien Hitler quería como a un hijo (Foto de Internet)

Sin esa aceptación legitimadora de los “vencedores” en las contiendas, hoy en día serían ilegítimos todos los países del mundo pues todos nacieron como consecuencia de la derrota de unos y el triunfo de otros, incluidos los actuales bucólicos y envidiados estados de Finlandia y Suiza. Así fue en España, tras finalizada la Guerra Civil y así tuvo que ser admitida (esa legitimidad por opinio iuris) por el resto de la comunidad internacional, de mejor o peor talante, pero consentida y después aceptada su legalidad. Que esa legalidad se desarrollara con normas dictatoriales o autoritarias, pero siempre dentro de un contexto formal por su publicidad en el BOE y la igualdad para la generalidad de los españoles a las que iban dirigidas, se podían considerar que eran más o menos justas (la Filosofía del Derecho estudia el llamado “derecho injusto”) pero no diferirían en cuanto a aquellas de carácter represivo hacia los vencidos, de las que se dictaron (a veces sin leyes, sino con hechos y actuaciones alégales) en la Francia de 1944 de los vencedores de De Gaulle frente a los vencidos de Vichy, en la Italia fascista dos veces vencida (por los propios italianos y por los Aliados), en la Bélgica colaboracionista de León Degrelle con sus Divisiones Waffen-SS y demás Unidades Valonas, en la Ucrania colaboracionista de los alemanes que fue masacrada por el Ejército Rojo, tras la victoria, a la vez que hacían lo mismo (arrasaban) a la población civil alemana de los territorios que ocupaba, magnitud cuantitativa solo comparable con la gran represión de ese mismo Ejército Rojo contra los vencidos del bando “Blanco” en su Guerra Civil entre 1917 y 1923 (millones de desplazados a Siberia, cientos de miles entre fusilados y recluidos en los famosos “gulags” y decenas de miles de exiliados (los que pudieron escapar)... Y, así, hasta el infinito.
En cuanto a guerras civiles se refiere, España tiene el récor mundial, aunque parece que la obsesión se ha fijado en la última de 1933 a 1939, seguramente debido a que la ganó el “apestado” de Franco. Nuestro siglo XIX contempló tres guerras que se denominaron “carlistas”, entre 1836 a 1840 la primera, de 1846 a 1849 la segunda y entre 1872 a 1876 la tercera. Y en los intervalos de “paz” hubo hasta cuatro alzamientos carlistas en 1855, 1860, 1869 y 1900 que como fueron dominados (y reprimidos) no terminaron degenerando en contienda bélica sino en la consolidación del Estado liberal.
Una parte del ideario católico franquista fue tomado del Carlismo (Imagen de Internet)
Una parte del ideario católico franquista fue tomado del Carlismo (Imagen de Internet)
Parecen ser hechos no controvertidos los que hemos venido narrando y que cualquier persona con “dos dedos de frente” es capaz de entender; no obstante, los “progresistas” del año 2018, encabezados por los “picapiedra” Pedro y Pablo y coreados por un tal Echenique que ha resultado (desde su silla de ruedas) tener el título de profesor de educación física (¡vaya por Dios!) nos dirán: Franco era un “aliado” de Hitler y Mussolini, las dos bestias negras de la humanidad (se olvidan del señor Truman que ordenó lanzar dos bombas atómicas sobre ciudades japonesas o del señor Churchill que mandó arrasar la cultural ciudad alemana de Dresde entre el 13 al 15 de Febrero de 1945, cuando faltaban cinco semanas para la rendición del III Reich), gracias a cuya ayuda militar ganó “su guerra”, ayuda que no vino tras la firma de ningún tratado sino por la línea de crédito (avalada por el financiero March) que le concedieron al bando sublevado en los primeros días del Alzamiento y que cobraron los Estados de Italia y Alemania, pues las cosas del derecho internacional son así, a lo largo de muchos años tras el final del conflicto, mientras que la Francia de su Frente Popular y la URSS (patria común de todos los comunistas) la ayuda militar (armamento y personal, como la otra) los señores Prieto y Negrín la pagaron por anticipado, con la entrega del oro del Banco de España, que era las mayores reservas de ese metal que tenía ningún país de la época, con lo que se arruinaba la peseta para las generaciones posteriores.
Y mientras Franco no firmó tratado alguno con Hitler y Mussolini que comprometiera a España en el contexto internacional, Hitler y el mayor asesino de masas de la historia mundial (solo le hace sombra otro comunista, el chino Mao) firmaban con luz y taquígrafos (aunque con protocolos secretos) el 23 de agosto de 1939 el llamado PACTO DE NO AGRESIÓN, con el que se daba vía libre a Hitler para el inicio de la II Guerra Mundial con la invasión de Polonia (cuyo reparto territorial estipularon secretamente) y la seguridad de no ser repelido desde el Este. Ambos asesinos (Hitler y Stalin) estrecharon sus manos representados por sus ministros de asuntos exteriores Ribbentrop y Molotov... Y para la siempre eterna Izquierda, la que esgrime en cualquier tiempo y lugar su superioridad moral ante la Derecha, nunca ha sido capaz de admitir que sin ese vergonzante y vergonzoso Pacto la II Guerra Mundial, esta no hubiera empezado en septiembre de 1939, ni Francia hubiera sido derrotada estrepitosamente en junio de 1940. Eso sí, la foto de Franco con Hitler (estuvieron juntos un par de horas) la puedes ver en TV a todas horas, pero la del nazi y el comunista firmando el Pacto, se oculta celosamente.
Llegados a este punto me resta tan solo poner de relieve (si es que no ha quedado claro) que España inició un nuevo rumbo político tras el final de la Guerra Civil, ganada por el bando que acaudillaba Franco; que ese “nuevo” rumbo político encarnado en un Estado y Gobierno de carácter dictatorial al principio y autoritario después lo legitimaba la norma no escrita que se apoya en la opinio iure sive necessitatis, como así fue reconocido por la mayor parte de la comunidad internacional; que “legalizado” posteriormente con el acervo de leyes que desde su peculiar Parlamento se iban promulgando, fue progresando en derechos sociales y bienestar económico hasta convertirse a la muerte del Dictador (¡Cuánto gusta ese epíteto que en la boca de la Izquierda suena como si de un potente HIJO DE PUTA se tratara!) en una potencia industrial a escala mundial, con una clase media tan numerosa que dejaba marginadas a la poderosa burguesía capitalista y a la minoritaria clase obrera o proletaria (entonces todos se auto titulaban de “clase media”) que le permitieron evolucionar hacia una forma de gobierno democrático, tras hacerse el “harakiri” político al votar a favor de reformar políticamente el Estado, en aquella famosa votación de las Cortes en la que 435 de los 531 Procuradores que la componían la votaron a favor, con lo que se dio vía libre a la Ley para la Reforma Política de 4 de enero de 1977, sometida a referéndum en el que participó el 77% del censo y emitieron el SI el 94,17% de los votantes.
Los principales artífices de la “Transición” que sin “ruptura” hicieron posible ir de “la Ley a la Ley”, cuando una gran parte de la Izquierda presionaba por la Ruptura (Foto de Internet)
Los principales artífices de la “Transición” que sin “ruptura” hicieron posible ir  de “la Ley a la Ley”,
cuando una gran parte de la Izquierda presionaba por la Ruptura (Foto de Internet)
De esta original manera, sin parangón en el panorama mundial, el Régimen consolidado el 1 de abril de 1939, tras la victoria del Alzamiento Militar y Cívico del 18 de julio de 1936, se transformó, sin romperse, en el Estado de Monarquía Parlamentaria y Gobierno Democrático que desde hace cuarenta años disfrutamos y que pese a tantos y tantos disgustos y tantas zancadillas (principalmente las de carácter terrorista y últimamente las separatistas) aún continua en pie, aunque zarandeado desde diversos puntos de los poderes fácticos o políticos que aprovechan la debilidad de los Gobiernos sometidos a complejos o temerosos de apartarse de la “corrección política”.
(Fotografía obtenida de Internet)
Los políticos consensuaron la Transición al no tener fuerza la Izquierda que quería la Ruptura  (Fotografía obtenida de Internet)
Los políticos consensuaron la Transición al no tener fuerza la Izquierda que quería la Ruptura
(Fotografía obtenida de Internet)
Hemos dicho que el ejercicio de la Transición Política realizado por el centro-derecha español al que no pudo oponerse la Izquierda, que optaba por la ruptura, debido a su debilidad en 1976 ya que carecía de implantación en el seno de la sociedad, no tiene parangón con ninguno de los cambios que por esa misma época se produjeron en América, cuando los gobiernos dictatoriales o autoritarios surgidos de golpes militares en Chile (Pinochet), Perú (Juan Velasco Alvarado), Brasil (Castelo Blanco), Argentina (Jorge Rafael Videla) o en Europa, Portugal (Oliveira Salazar), y sobre todo lo sucedido a partir del 11 de marzo de 1990 con la disolución de la Unión Soviética (Mijaíl Gorbachov) que arrastró a los denominados países “satélites” de la URSS (Albania, Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania y Mongolia, esta en Asia), pues todos esos regímenes fueron “rotos” por los que les sucedieron, bien al perder elecciones a las que se presentaron o bien por otro “golpe de Estado” que en el caso ruso convulsionó el panorama europeo, balcánico y caucásico. No hubo “transición” que solo se dio en España, sino ruptura pura y dura.
Hoy, aquella izquierda ideológica disfrazada con diversos ropajes y máscaras (PSOE, PCE, ERC, PODEMOS y sus CONFLUENCIAS, etc.) quieren derribar a la Corona, con el sonsonete de que el Rey no ha sido elegido por el pueblo, que no ha habido referéndum sobre si los españoles querían un estado republicano o monárquico... Todo mentira, pero ya se sabe que una mentira repetida miles de veces acaba siendo verdad para la masa analfabeta que no ve más allá de un palmo de sus narices.
Tras la aprobación de la Ley para la Reforma Política se convocó a los españoles a unas elecciones libres (15 de junio de 1977) a la que pudieron concurrir todos los partidos políticos que lo desearon, en las que se eligieron a los representantes de las Cortes Generales (las ganó la UCD de Adolfo Suarez) cuyo cometido principal fue la de elaborar una Constitución, nombrándose al efecto una comisión en la que estaban representados diversos partidos, desde el comunista hasta la derecha de Fraga.
Los “padres” de la Constitución trabajando en su elaboración (Foto de Internet)
Los “padres” de la Constitución trabajando en su elaboración (Foto de Internet)
Aquella comisión constituyente (Gabriel Cisneros Laborda, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez Llorca Rodrigo -los tres representando al ganador de las elecciones UCD-, Gregorio Peces Barba, por el PSOE, Jordi Solé Tura, en nombre del PCE, Manuel Fraga Iribarne, por A.P., y Miquel Roca Junyent, en nombre de la minoría catalana), elaboró un anteproyecto que se sometió a todos los grupos políticos para enmiendas y tras los trámites y plazos legales fue pasada al Congreso que lo aprobó por 325 votos a favor, 6 en contra y 14 abstenciones, mientras que en el Senado los votos fueron 226 a favor, 5 en contra y 8 abstenciones (31 de octubre de 1978). En el Referéndum de 6 de diciembre de 1978 votaron a favor de la Constitución el 87,78% de los participantes.
Imagen obtenida de Internet
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Si los constituyentes se inclinaron por el modelo de Estado Monárquico (Monarquía parlamentaria) en vez de la forma de Estado Republicano y las Cortes Generales (Congreso y Senado) que representaban al pueblo español por haberlo así determinado las elecciones del 15 de Junio de 1977, lo votaron por abrumadora mayoría, y el pueblo lo ratificó en Referéndum, es obvio que la legitimidad de la Corona nace de esas votaciones y no de la designación por el dedo de Franco ya que con la Ley para la Reforma Política el Rey, como todos los representantes (Procuradores) de la “democracia orgánica” por la que España se había venido gobernando, quedaron deslegitimados y sujetos al resultado de aquella Transición “de la Ley a la Ley” plasmada en la Constitución de 1978. De ahí el ahínco del comunismo de PODEMOS, de los “mediopensionistas” del PSOE (nunca sabes si “van o vienen” respecto a este tema), de los separatistas vascos y catalanes y de la miríada de Partidos que han conseguido colarse en el Parlamento y que se apuntan a “un bombardeo” (como se dice vulgarmente) para acabar con la Constitución modificándola totalmente (¡Fuera la Monarquía y Arriba la República de la Nación de Naciones!) mediante un nuevo proceso constituyente que “rompa” de una vez para todas con la España de 1939 pese a que mediante la Transición Política la “modernizara y legitimara” el pueblo español en elecciones libres y democráticas.
Ya hubo una “NACIÓN DE NACIONES” en la República Federal del siglo XIX que acabó a palos y propició, con su fracaso, la restauración de los Borbones ¿La Izquierda quiere intentarlo de nuevo? ¿Confía en que esta vez triunfará el desmembramiento de la España inmortal? Siempre acabo mis escritos aflorando algunos de los interrogantes que pululan por mi cerebro ... Pido perdón por ello.
Imagen obtenida de Internet
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