miércoles, 11 de diciembre de 2019

Desde mi silla de ruedas: ¿Ruina humana o meritorio celestial?

Clínica Vistahermosa (Alicante)
Clínica Vistahermosa (Alicante)
Tengo los ánimos intactos pero las fuerzas muy escasas; me cuesta teclear estas pocas palabras; no obstante, necesito reflejar por escrito las reflexio-nes, enseñanzas, sufrimientos, goces y pensamientos que han poblado mi mente durante la última semana que he pasado con un tubo de drenaje abdominal, sueros por vena en el brazo izquierdo y una sola postura, la de decúbito supino (boca arriba) desde la que tan solo he podido disfrutar de la vista del techo de la habitación (313) y entre nebulosas las caras siempre sonrientes, siempre atentas, siempre diligentes del personal sanitario; han conseguido corregir el atasco de unas vías biliares que me llevaban irremisiblemente a la muerte, han puesto una nueva prótesis y me han concedido unas semanas (días u horas, nadie lo sabe) de prórroga para seguir en este mundo de los vivos.
Mi primera reflexión parece obvia: Soy una ruina humana; casi no tengo movilidad, permanezco encamado la mayor parte del día; los esfínteres se han aflojado de tal forma que me orino encima sin casi darme cuenta; la alimentación por boca es cada vez más escasa por la falta de apetito; me nutren con batidos de proteínas; he perdido (la enfermedad se los ha comido) 20 kilogramos de mi peso normal en solo unos pocos meses. No obstante, el equipo sanitario de la Clínica está luchando demodémente para que no muera; mi familia, con mi amada esposa a la cabeza, a mi lado día y noche, luchan y me piden que combata por unas últimas bocanadas de aliento vital; me acarician, me animan, no dejan de demostrarme en todo momento su amor con sus caricias, atenciones y desvelos, como una revelación de que esta “ruina física” en la que me he convertido no es una “colilla” pestilente del “cigarro” de mis ochenta años vividos que deba ser echada sin más al contenedor de los recuerdos.
Todos me han enseñado que vivir una hora más en ese ambiente de amor fraternal es un don, una delicia, un maná divino que llena el alma de felicidad, que te abre los ojos a dimensiones gloriosas en las que reina la paz y la concordia de las almas ¡Nunca he sido tan feliz como ahora!
Si el ser humana consigue sintetizar lo sustancial de la vida y podar lo adjetivo y circunstancial (como parece me está ocurriendo a mi), entra en una metamorfosis, en un estado de nirvana, en el que flota sobre las miserias terrestres, los rencores, odios, ambiciones y egoísmos y se siente contento por el camino que se inicia con una enfermedad mortal de necesidad, asumida desde el ámbito de la humildad, resignación y religiosidad.
A última hora de la tarde del lunes 9 de Diciembre (precisamente el 57 aniversario de que empezamos nuestro noviazgo mi esposa y yo) la doctora que lleva mi “caso” (María José Carratalá) me dio el alta hospitalaria, hizo que me retiraran la vía intravenosa por la que me alimentaban; ella misma me retiró el drenaje (tubo y depósito) abdominal, escribió su informe para la doctora que en mi domicilio continuará dándome los “cuidados paliativos” y antes de marcharse se acercó al lecho en el que todavía estaba postrado y me besó en las mejillas (¡Cómo si yo fuera un Santo!) gesto que me abrió las puertas del cielo, dentro del que he podido ver la luz y la paz eterna de que no tardaré en disfrutar; médicos de ese talante humanista te reconcilian con el desabrido mundo en el que nos ha tocado vivir. Le dije, querida doctora, que siempre la llevaría en mi corazón, órgano que sin duda tendrá el alma inmortal de la que estoy dotado por lo que su recuerdo perdurará por los siglos de los siglos.
Este cúmulo de sensaciones me lleva a preguntarme si la ruina humana en la que me he convertido es tan solo el principio de los meritos que se deben hacer para participar de los dones del Cielo. Mi fe me dice que así es… Y a los cobardes y ruines morales que pregonan la eutanasia y el suicidio asistido (los “progues”) solo decirles que una hora más de vida en la esperanza del Señor y la Vida Eterna, junto a tus seres queridos, es más importante que todos los dolores que cobardemente quieren eludir.

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