Fotografía en la que, como recluta, estoy rodeado de instructores que me presentó el cabo Ramón Torregrosa, quien también está en la foto (es el de la derecha) |
"Sábado 25 de Marzo de 1961; día de muchos aconteci- mientos: cantina, llegada de nuevos reclutas, me abofetean; reparto de armamento; cabo Edmundo; capitán Rascón; 'radio macuto'..."
Realmente, tan solo a veinticuatro horas de haber desembarcado, los sucesos se suceden con tal rapidez que por momentos me siento desbor- dado ¿Es realidad o sueño lo que estoy viviendo? Después del "desayuno" como el de ayer y de una hora de limpieza de piedras del suelo parece que el día "militar" va a ser distinto. Ha llegado un camión (me parece que aquel de color rojo de ayer, pues el conductor es el mismo) cargado con mástiles, lonas y otros utensilios que vamos a descargar al final de la parcela del campamento, cerca del acantilado. En muy poco tiempo vemos como se levanta un cobertizo que dicen será nuestra "cantina". No tardará en llegar otro camión (en cuya descarga también colaboro) lleno de cajas de botellines de cerveza, coca cola, agua marca "Firgas", garrafas con vino, comestibles varios, etc. En definitiva, el surtido de todo bar o cantina que se precie.
En plena faena puedo ver por el rabillo del ojo al capitán Rascón (jefe del campamento), un hombre alto, fornido, moreno y pelo rizado (creo que lleva bigote, según me parece al pasar por mi lado). El teniente le ha dado lo que se llama "las novedades" y el capitán está muy interesado en que la "cantina" funcione mañana domingo, según le oigo decir a un instructor que habla con otro, que lanzan al aire algo así de que "el negocio ya está en marcha; algunos se llenarán los bolsillos con el dinero de los reclutas y de los visitantes". Es incomprensible para mí el significado de esta conversación y si reflexiono sobre ella mi patriotismo y sentido de la ética, cuyo listón siempre ha sido muy alto, se niegan a admitir de que alguien pueda hacer "negocio" a costa de los reclutas ¡Ya veremos cómo se desarrolla el tema!
Poco después de la comida (arroz con patatas y carne, una rodaja de pescado y naranja; lo del chusco de pan se repite todos los días) el grupo que hemos estado toda la mañana trabajando en la construcción de la cantina y acarreo de vituallas, somos relevados por otros compañeros para ayudar a los "cantineros" (un veterano y un musulmán muy larguirucho que viste zaragüelles, guerrera de policía y turbante blanco) estamos merodeando alrededor de nuestras respectivas chabolas; otros trabajan levantando lo que serán las chabolas números 5, 6, 7 y 8 hoy mismo, cuando nos apercibimos que llega un nuevo grupo de reclutas, con el mismo aspecto ridículo que teníamos nosotros (sin espectadores) y nos dio por reírnos de ellos amparados en nuestra pretendida veteranía y así estábamos cuando un instructor (dijeron que se llama cabo Edmundo, es madrileño y fotógrafo de oficio) se vino hacia nosotros y empezó a repartir hostias a diestro y siniestro. A mí me tocó un fuerte bofetón que estuve a punto de devolvérselo; me contuve pensando en las consecuencias inmediatas. Con otros compañeros también "hostiados" nos conjuramos en buscarlo el próximo año en Madrid para devolverle los cobardes golpes recibidos. Como el suceso había ocurrido con "luz y taquígrafos" y el campamento estaba lleno de mandos, pienso (reflexiono) que alguno se ha tenido que enterar de lo sucedido (aunque solo sea a nivel de sargento) pero nadie ha dicho nada ¿Estamos, pues, los reclutas a disposición de cualquier descerebrado que nos quiera apalear? Una cosa es el arresto a una "imaginaria" nocturna como la que me pusieron ayer porque el cabo primero afirmó que durante la formación nocturna se me había movido la borla del gorro y otra muy distinta los golpes.
A última hora de la tarde ha llegado un vehículo del que han descargado fusiles; un par de sargentos han puesto una mesa y un par de sillas y con un ayudante veterano nos han ido repartiendo a cada uno de los reclutas un mosquetón máuser calibre 7,92. He podido comprobar como el sargento en la lista que llevaba, al lado de mi nombre, a anotado el número de serie del arma. Al retirarme de la fila y examinar con curiosidad el fusil (es el primero que veo y tengo entre las manos) observo que esta "sucio", como grasiento, y la parte superior donde está el "cerrojo" y es de color negro intenso, el óxido la corroe. También puedo constatar que la correa (porta mosquetón, se llama) tiene una hendidura, como corte con cuchillo... Lo comento al cabo instructor Rivas, salmantino más chulo que un ocho, para ver la forma y modo de efectuar una queja por el mal estado del mosquetón. Su respuesta fue: hay que aguantar, la grasa se limpia muy bien con trapos, el cerrojo que no brilla se puede frotar con lija, el oxido de la parte negra (dice que se llama empavonado) se tapa con betún de limpiar los zapatos y tras un enérgico cepillado; en cuanto a las deficiencias de la correa, cuidar que no se termine de partir y poco más ¿Por la noche, en las dos horas de imaginaria, con el mosquetón reposando en el improvisado armero que el carpintero ha adosado al poste central de la chabola, me pregunto una y otra vez ¿Esa es el arma con la que tendré que defenderme y defender a mi patria en caso de conflicto? He podido leer en la misma que es de la fábrica de la Coruña, año 1943 ¡¡¡Es solo cuatro años más joven que yo!!! Que mala, malísima impresión me he llevado en ese solo par de días sobre aspectos tan elementales como el agua para beber (de aseo, ni se habla), trato personal y armamento.
Claro que llegado el domingo 26 de Marzo, con la inauguración de la cantina y la visita de mi amigo Ramón Torregrosa que me presenta a varios instructores compañeros suyos (todos se me ofrecen para ayudarme cuando lo necesite) y con un par de cervezas en la mano y engullendo un bocadillo de "jalufo" que nos despacha diligentemente el cantinero al precio de diez pesetas el más barato (mortadela) mientras que las cervezas o las gaseosas (aquí las llaman "agua moya") no bajan de las cinco pesetas el botellín. Total, que en esa primera incursión a la cantina en la que he invitado a Ramón (que delicia hablar con él de tantas y tantas cosas) me he gastado algo más de treinta pesetas. Afortunadamente llevo en el bolsillo unas mil pesetas, resto de la cantidad con la que salí de casa, y que abriré una cuenta en el Banco Exterior (cuando pueda salir del campamento) pues me dice Ramón que para los policías que tenemos la facultad de ir por la ciudad es lo más cómodo para que te hagan transferencias o para hacer extracciones de dinero cuando lo necesites. Claro que (la última reflexión) para los que podemos disponer de dinero no será fácil adquirir comida o bebida tantas veces como nos apetezca o necesitemos. Pero ¿y los que carecen de medios, que me parece son la mayoría? ¿Habrá comprensión de los mandos hacia ellos? ¿La solidaridad tendremos que ejercerla los propios compañeros?
El último descubrimiento de este intenso día es la que llaman "Radio Macuto" que tiene noticias sobre todo lo que puede a uno interesarle. Que si el teniente Zayas ha dado orden a los instructores de que no se castigue a ningún recluta sin consultárselo a él; que si en el "negocio" de la cantina participan el capitán, los dos tenientes y los suboficiales; que solo sabremos lo que es abundancia y calidad de comida cuando esté "de cocina" el teniente Urbina, que si los sirocos, que si patatín, que si patatán... Promete grandes cosas en el futuro.
Hoy os pongo una fotografía en la que, como recluta, estoy rodeado de instructores que me presentó el cabo Ramón Torregrosa, quien también está en la foto (es el de la derecha)
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