La hora de la comida en una posición de montaña (Foto álbum propio) |
Cuando se extingue la fuente de la creatividad y uno quiere continuar escribiendo, no tienes otro remedio que acudir a la copia de otros autores, eso que “finamente” se llama plagio y que se edulcora entrecomillando lo calcado. De ahí el título de estas líneas que he vampirizado a mi admirado Miguel Delibes, de aquella extraordinaria novela (que a él no le gustaba) “LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA”, que tanto entusiasmo me produjo en la adolescencia y por la que me hice devoto de Don Miguel; su dominio del castellano en sus escritos te subyuga, haciendo que ames este idioma más y más. Hoy a su “pureza” idiomática solo puede compararse la de CARLOS SÁNCHEZ PINTO, el abulense-valenciano, multipremiado, que además es mi cuñado (casado con mi hermana Amparo)
Salvado el escollo del preámbulo, hay que entrar en el “fondo” de la cuestión: Como bien saben los pocos lectores que me siguen, uno de mis “alimentos matutinos” de noticias relativas a la actualidad política catalana que tanto me interesan (en esa Región he vivido 42 años) provienen de la lectura del diario “Punt Avui” (en catalán), que es punta de lanza de los separatistas, el panfleto desde el que se disparan las más ardientes soflamas en aras al separatismo y anti españolismo (no crean que soy masoquista; los diarios afines a mi ideología sé lo que van a decir; me interesan las opiniones de mis adversarios-enemigos). Este diario actual (“Punt Avui”) trae causa del diario “Punt Diari”, el primero generalista escrito totalmente en catalán, fundado en 1979 (y regado con las pesetas de la Banca Catalana y del afín Banco Catalán de Desarrollo, de la égida de Jordi Pujol) por JOSEP PUJADAS LLADÓ, conocido literariamente como PIUS PUJADAS, quien además fue su primer director; vivió (“Punt Diari”) un par de años y con Pujol en el poder de la Generalitat se convirtió en “Avui”, al que era “obligatorio” suscribirse en Cataluña, tanto organismos públicos como empresas privadas; de este recién nacido “Avui” su primer jefe de redacción fue también el señor Pujadas que en esas fechas de vino y rosas (y pesetas, que lo demás son puñetas, como se dice por allí) fundó la revista “L’Abella d’or” y ejerció como director del “Diari de Andorra”.
Si alguien en su lectura ha llegado a este punto seguro que se preguntará qué tiene que ver IFNI con los diarios en catalán, con el periodista PIUS PUJADAS (Pius=pío)... Sencillamente, que el nacido como JOSEP PUJADAS LLADÓ, hizo el servicio militar en el Grupo de Tiradores Ifni nº 1, desde marzo de 1960 hasta su licenciamiento en 1961 (fue por tanto “veterano” del que esto escribe que llegó al territorio en marzo de 1961). De aquella agitada estancia (por enfermedad pulmonar pasó más tiempo en el hospital de Sidi Ifni y en el de Las Palmas, que en las trincheras) nos ha dejado un libro con sus memorias, impresiones y vivencias personales titulado “Memoria d’Ifni”, publicado en 2007, escrito con una elegante prosa que envuelve un aroma poético que me parece solo puede ser “olido” por los que hemos pasado por aquel “crisol” que forjó a tantos jóvenes de nuestra generación. Iré traduciendo lo mejor posible y cuando Pius Pujadas se muestre “impío” con determinadas circunstancias o mandos, no me ensañaré (por cierto, que el único oficial que le hizo la “vida imposible” era catalán y de su misma ciudad, Gerona).
Portada del libro “Memoria d’Ifni” |
Nos dice Pujadas: “No inicio un diario. Hago una cosa más indirecta. Un diario obliga a una absoluta sinceridad; al menos, yo así me sentiría obligado. Me limitaré a contar cosas. Sinceramente, pero sin abusar de la verdad. Veremos cómo saldrá”.
“Hablaré poco de Ifni. Ifni es un gran desconocido para mí. Al menos por ahora. Pero, eso sí, os aseguro que Ifni estará detrás de mí a cada palabra que escriba, en cada letra, porque vivo aquí y no puedo –no es que no quiera- desentenderme de esta circunstancia”.
“Soy joven, pienso en joven y lucho en nombre de los jóvenes. Esto también lo veréis más adelante. Estoy haciendo de soldado (ya sé que se dice haciendo el servicio militar, o hacer el servicio, o servir a la patria). Yo hago de soldado. Y hago de soldado en Ifni porque me ha tocado la rifa. Rifaban un viaje a Ifni, viaje pagado con estancia de dieciséis meses y me tocó a mí ¡¡Dios da comida dura a quien no tiene muelas!! No me hizo gracia entonces ni me lo hace ahora, pero esto es algo que solo me interesa a mí. Sea como sea, estoy en Ifni de soldado raso, en lo alto de una montaña, con un fusil, unas cartucheras llenas de balas de verdad y una máquina de escribir. Desde aquí veo el mar y las montañas. El mar, demasiado gris –ya hablaré del océano más adelante– y las montañas peladas. Cuando salgo de la oficina (estoy como escribiente a las órdenes directas del comandante Rico jefe del IV Tabor), voy a hablar con los compañeros de lo que hablan todos los soldados –si habrá permisos, qué nos darán de comer hoy, ...– así como a beber un vino muy malo y si la cosa se anima, a cantar –aquí se canta mucho–”.
“Por qué he de escribir... No puedo ver pasar la vida tan deprisa, tan inútilmente, por delante de mis narices, sin intentar atrapar un poco de ella en unas hojas de papel en blanco. Es una obligación íntima”.
El compañero Pujadas, con aquella inocencia propia de la juventud, hace alarde en su diario (que dice no ser un diario) de la “superioridad” de los catalanes respecto al resto de los soldados; superioridad admitida y respetada por los mandos que (pese al bulo de que en tiempos de Franco estaba prohibido hablar en catalán) veían con naturalidad que usaran entre ellos la lengua vernácula.
“He de constatar que en los años 60 en la provincia española de Ifni, ser catalán era un mérito que se reconocía de entrada, a todos los niveles. Nunca sentí decir la palabra ‘polaco’, ni ningún mando nos recriminó que hablásemos en catalán. Cuando he oído comentar –años después– que la mayoría de los catalanes que hacían la mili eran mal vistos a causa de su origen o de su lengua, me ha causado una gran sorpresa por el contraste con mi experiencia personal”.
Pujadas, según su foto en Internet |
“En una de mis prolongadas estancias en el Hospital –continúa narrando Pujadas– estábamos los ingresados, de cama a cama, enzarzados en una conversación sobre los tópicos relativos a los catalanes (tacaños, peseteros, engreídos, etc.) que casualmente oyó el capitán médico al entrar en la sala, quien interviniendo en la conversación le preguntó a uno de los compañeros ¿Sabes por qué Caín mató a Abel? ¿No? Pues lo mató por envidia” (Esto lo suscribirían ahora, sin duda, los supremacistas Pujol, Puigdemont y Torra, añadimos nosotros).
Todos hemos vivido (y a veces sufrido, según se mire) las densas nieblas de Sidi Ifni; las diurnas frustraban el aterrizaje de los aviones que nos traían pasajeros, mercancías y ¡¡sobre todo!! cartas de la familia y amigos; las nocturnas, cuando patrullabas por la periferia de la ciudad, el interior del parque municipal y los alrededores del faro nuevo, te mojaban y calaban hasta los huesos no obstante el raquítico tabardo con el que te cubrías… La prosa poética de Pujadas nos evoca aquellas circunstancias atmosféricas bellamente:
“Por la mañana, sobre la tierra y el mar se extiende una gruesa capa blanca de niebla. Viene del mar; de poniente y se extiende hacia las montañas. Se ve cómo avanza. Por la norte toma una dirección inversa: va de la montaña al mar. No es una niebla quieta (pienso en la de Gerona). Se trata de una verdadera corriente de gotitas de agua que choca con las montañas costeras y vuelve rebotada al mar. Es un río de agua que riega estas agrestes tierras, resecas por el sol ardiente, cada noche, dejando un bendito rocío sobre las piedras y las hierbas. Esta corriente tiene gran importancia. En el territorio casi nunca llueve de forma que la poca vegetación que existe tiene que aprovechar este rocío para subsistir”.
La niebla sobre el mar de Sidi Ifni (Foto de Internet) |
“La persistente niebla de Sidi Ifni forma parte de mí paisaje de manera decisiva. En varias ocasiones he querido hacer unas fotografías de las obras de construcción del puerto y casi siempre me ha sido imposible porque la niebla difumina el paisaje. Y si cuando el sol calienta las montañas quedan generalmente limpias del blanco algodón, el mar está siempre nublado. Pocas veces lo he visto claro y azul, como debería ser”.
“Cuando por la mañana salgo fuera y miro hacia adelante –campo abierto sobre tierra y mar– muchas veces no veo nada. La niebla es tan espesa que da la impresión de uno de aquellos días de lluvia persistente, en los que te despiertas calado, con el cielo negro, nublado. Días muy fáciles en Gerona. Aquí, cuando abro la puerta y respiro el profundo aroma de la tierra mojada y veo el día gris, pluvioso y siento en la piel el frescor agradable del aire suave y húmedo, quedo por un momento sobrecogido, abducido por sentimientos engañosos a cualquier mañana de playa, del otoño dorado, en la Gerona del recuerdo. Después viene la desilusión. El sol que revienta la corteza de la niebla y seca cruelmente la tierra, como si la escurriera hasta sacarle la última gota de sangre”.
Continuemos con la narración de Pujadas: “Pero ahora, lejos, es solo un engañoso momento, desilusionante, la mañana nublada de Ifni. Después el sol que quema, que cansa, que tritura, sobre el mar y las nubes blancas. Sobre las montañas cargadas de espinos”.
“No sé... A veces pienso que aquí es diferente, que las pequeñas historias de este país se esconden precisamente a esta hora. Tal vez salgan, más vivas que nunca, a plena luz del día bajo el espíritu ardoroso del calor agobiante. No las veo. Mis ojos se ciegan ante tanta luz, bajo un cielo excesivamente brillante. Busco entre las chumberas generosa, magnánimamente plantada alrededor de las casas, entre las ruinas de las cabilas de barro blanquecino abandonadas. Entre las piedras troceadas, en el zumo goloso del cactus. Y no las encuentro. Las bellas historias de este país están escondidas a mis ojos ¿Puede ser que hayan muerto? Me sabría muy mal. No me lo puedo creer ¿O son mis ojos los que no sirven para ver aquí? La niebla, tan diferente, que envuelve la cima de la montaña en la que estoy, no me aclara nada. Ni el mar gris, ni los chillidos de los chacales en la noche oscura, ni la luna llena, ni el caminar indolente de los nativos; no es mi ejército. Estoy seguro de que las historias existen, aunque se escondan. Quisiera que me conocieran, que no me vieran como un intruso de su intimidad, que me amaran, aunque presiento que no será posible. Hay algo que nos separa. Seré siempre un intruso”.
Qué ocurriría en Sidi Ifni, se pregunta Pujadas, si mientras los soldados por las noches, en las trincheras, vigilando a un enemigo que podía atacarnos en cualquier momento, se enteraran que durante el día los mandos de nuestro ejército (jefes y oficiales) se “pasaban al otro bando” para confraternizar con los mandos de nuestros oponentes bélicos. Lo desarrolla en un extenso capítulo que titula “La fiesta del enemigo”, que procuraremos resumir, da una completa descripción de lo observado a través de potentes prismáticos en la llamada cota 415, por su compañero Josep Talens.
“Bueno, hacía buen tiempo; la mañana había sido placida y la tarde cálida cuando Josep Talens me llama por teléfono al bunker de mando y me dice que nuestros mandos directos y algunos de los más altos cargos de la provincia, se habían ido de fiesta a la tierra de los moros, donde se celebraban uno de aquellos famosos festivales en los que se hace correr la pólvora a lomos de caballos o camellos". Añade (Josep): "nuestras autoridades habían llegado por la mañana, de forma bien ostentosa y habían sido recibidos con las mayores cortesías por los jefes del enemigo, como en una historia de Gila, y todos juntos habían presidido la fiesta clausurada con una gran comida de hermandad al más alto nivel. De hecho, como Talens lo miraba todo con aquellos potentes prismáticos, pudo detallar los cargos exactos de las personas que ‘se habían pasado al enemigo’ para confraternizar de forma descarada”
“La información era una noticia de calado. Si se hubiera sabido por todos los soldados como iban las cosas entre nuestros jefes y los de ellos, ¿cómo nos hubieran podido exigir que defendiéramos nuestras posiciones hasta derramar la última gota de sangre frente a unos enemigos que compartían banquete con nuestros mandos de forma tan escandalosa? Desde los dos extremos del hilo telefónico consensuamos la redacción del informe que se tenía que transmitir al Gurran”.
“Nuestro resumen explicó detalladamente (con más detalle de lo habitual) como unas personas desconocidas ‘disfrazadas’ con uniformes españoles de alta graduación habían aparecido inesperadamente en territorio neutral y se habían dirigido a las posiciones enemigas e intervenido activamente en toda la fiesta de los musulmanes... Como si fuera una crónica de sociedad pormenorizamos las conductas observadas por los ‘falsos militares españoles’. Al día siguiente nadie hizo ningún comentario de nuestro informe que demostraba la atenta vigilancia del compañero Talens (con un fondo de recochineo); no nos castigaron por la “broma” pero tampoco nos premiaron por la vigilancia ni por el informe”.
Nuestro compañero y ya amigo catalán Pius Pujadas (aunque presumiblemente del bando separatista) nos muestra en su libro una admiración aledaña en la envidia hacia la Sección de Asalto de su Tabor (el IV de Tiradores), una admiración sin fisuras hacia un “gran militar”, el comandante Rico, y una falta de aprecio total hacia el nuevo teniente ayudante del Tabor, que precisamente era de Gerona (como él) y que fue el único mando que le “puteó” durante la mili.
Sobre la SECCIÓN DE ASALTO nos dice: “En Id Nacus pude ver como se entrenaba la Sección de Asalto de nuestro Tabor. Como no era habitual que se disparasen tiros en el campamento, al oírlos me acerqué al lugar a la vez que admiraba como un perro atravesaba el perímetro con la mayor tranquilidad, moviendo el rabo alegremente esa flema me hizo quedarme un rato para contemplar el espectáculo”.
“La Sección tenía unas cuantas ametralladoras que se llevaban a la espalda; un soldado cargaba la placa base y otro, el tirador, el arma en si. Los otros miembros de la Sección estaban equipados con el moderno fusil “CETME”. El ejercicio que hacían consistía en que el grupo escalaba una vaguada y tenía que ocupar otra cercana mientras que las ametralladoras disparaban por encima de las cabezas de los atacantes que con sus CETME corrían diez o doce metros, se tiraban al suelo y se escondían como podían. No paraban de disparar. Entonces, sin solución de continuidad, salían los de las ametralladoras que avanzaban por delante de los soldados del CETME. Habían de pasar intercalados de manera que todos corrían entre las balas de los compañeros. Plantaban las ametralladoras en tierra y empezaban a disparar. Y vuelta a empezar... Al final lanzaban bombas de mano contra los supuestos enemigos”.
“En nuestra Sección (IV Tabor) había un cabo 2º catalán, de la quinta, apellidado Ferrer, al que habían ofrecido un ‘destino’ que no aceptó alegando que si tenía que ser soldado quería serlo de verdad. Y allí se pasó toda la mili haciendo muchas horas de instrucción, caminando arriba y abajo por aquellas montañas cargado con el equipo de campaña a la espalda para endurecerse”.
“Ferrer continuó aprendiendo a hacer la guerra (lo que a mí me pareció muy bien). Podía decirse que fue de los pocos que aprovecharon el tiempo. Un día me explicó que la Sección tenía como misión prioritaria recuperar cualquier posición que el Tabor pudiera perder. Que sabían que un ataque como el que ellos debían hacer costaba un mínimo del cincuenta por ciento de bajas propias ya que tenían que atacar a enemigos atrincherados mientras ellos irían a pecho descubierto ¡¡Y lo decía con un cierto orgullo de Cuerpo que no dejo de envidiar!!”.
Cuando Pujadas escribe alguna página de su libro en la que surge Don MELQUIADES RICO EGUIBAR, el comandante-jefe del IV Tabor, lo hace siempre con gran consideración y respeto hacia el hombre que estima es “un gran militar”. Ignoramos si entonces sabía que el comandante Rico había sido uno de los defensores de Oviedo al comienzo de la Guerra Civil; que hizo toda la contienda en el ejército de Franco; que se enroló en la División Azul permaneciendo en Alemania en la llamada Legión Azul cuando la División fue repatriada. En 1960 era, además de comandante, Juez Territorial sustituto de Sidi Ifni por orden ministerial de 21/10/1960. Veamos alguna de las cosas que dice al respecto:
“Ya lo he explicado. Yo era uno de los recomendados del comandante Rico. Cada quinta el comandante aceptaba dos recomendados, un vasco, de su propia familia, y un catalán, de la familia de su esposa. Los recomendados del comandante no tenían demasiadas ventajas: el vasco se dedicaba a su oficio de albañil y yo estaba en la oficina del Tabor porque sabían que además de estudiar Magisterio trabajaba como mecanógrafo en el despacho de un abogado de Gerona”.
“Cierto que cuando me ingresaron en el Hospital, el comandante me visitó e interesó por mi salud. Y es probable que su interés influyera para que el médico aceptara evacuarme al Hospital de Las Palmas para ser tratado en mi enfermedad”.
“El comandante Rico una noche en que iba algo ‘alegre’, en el bunker de mando, me dice: ¡Yo no he matado nunca a nadie! Cosa sorprendente para un militar que llevaba a sus espaldas la guerra civil y la de Ifni. Si no había matado a nadie, era para quitarse el sombrero. Pero el comandante, como he dicho antes, iba aquella noche algo ‘alegre’. De hecho, solía ir ‘alegre’ todas las noches cuando se quedaba a dormir en la montaña. Ya a la hora de la comida bebía algo más de lo conveniente, aunque no se le notaba. Después, en la cantina, tomaba alguna que otra copa (como la mayoría de los oficiales y suboficiales). Pero antes de irse a dormir necesitaba pasar un buen rato en la cantina con alguien que le riera sus chistes, sin importarle que ese alguien fuera un oficial, un sargento o un par de soldados. El invitaba y nadie podía negarse. Cuando ya no podía aguantarse en pie aceptaba que le acompañasen a su litera; antes, ¡ni hablar!”
“Aquella noche estaba en la montaña, con el teniente ayudante. El teniente Don Emilio Atienza era un hombre poco militar, a mi entender, quiero decir poco militar africanista. Ni renegaba, ni decía palabrotas, ni bebía, ni solía infligir castigos degradantes a la tropa... Cuando el comandante llevaba ya algunas copas de más el teniente le convenció para que salieran de la cantina y se fuera a dormir, pero no se quedó con él. En el momento de verse solo el comandante volvió a la cantina en donde no quedaba nadie excepto el soldado encargado de ella que debía dormir allí. Agarró una botella de coñac y se vino nuevamente al bunker... Hoy nos emborraremos juntos –me dijo–; después escribes a tu casa y les dices que te has emborrachado con el comandante –añadió–“.
“Compartimos un par de horas, lo que duró la botella; yo bebí poco pues no me gusta nada el coñac y menos emborracharme. Él bebía y hablaba; a veces, hacía preguntas... En esa extraña situación llegamos hasta la guerra de Ifni cuando me dijo la frase ¡¡YO NO HE MATADO NUNCA A NADIE!!... Aunque si me siento responsable de la muerte de uno de los moros que tenía a mis órdenes, durante la guerra civil; ese soldado era tan cobarde que se escabullía cuando entrabamos en combate. Lo ‘fiché’ y le dije que su comportamiento era digno de ser fusilado; en sus ojos vi tanto miedo y odio que intuí que era capaz de matarme si lo obligada a combatir; lo hice desarmar e ir en cabeza de la tropa en el próximo asalto a posiciones enemigas y de esa manera murió”.
Un recuerdo de Pujadas sobre la valentía personal del comandante la relata de la siguiente forma: “Yo era el encargado en la Plana Mayor del Tabor de inventar todos los días el santo y seña, que todos los centinelas debían memorizar. Las noches en las posiciones de montaña son tremendamente oscuras, los soldados de guardia muy nerviosos ante cualquier ruido, las órdenes eran estrictas sobre el ¡alto o disparo! de quien no contestara correctamente al santo y seña... Pues bien, el comandante Rico a quien le gustaba darse de vez en cuando una vuelta por la posición en plena madrugada, a la voz de ¡alto! contestaba invariablemente, sin inmutarse ni pararse ¡Vete a tomar por el culo, chaval!”.
De la misma forma que Pujadas muestra su admiración por la Sección de Asalto y su orgullo de que un catalán (Ferrer) sea cabo de la suya del IV Tabor, y destaque facetas “humanas” del comandante Rico al visitarle en el Hospital e influir para que lo enviaran al Hospital de Las Palmas, y aspectos de militar africanista valiente e incluso temerario, cuando enfoca la conducta de un oficial (teniente) al que implícitamente califica entre “tonto” e incompetente, se le escapa un hálito de tristeza por el hecho de que esa persona sea de su pueblo (Gerona), tenga mala fama por su trato brutal (según se decía) con los soldados; llevaba Pujadas una carta de recomendación para él que no quiso usar por esas razones; no obstante, por esas circunstancias imprevisibles llegó a estar a sus órdenes directas. Veamos que nos dice:
“El teniente Pérez Ple era hijo de Gerona y era oficial en mi Tabor, en la 25 Compañía de Máquinas. Lo conocí personalmente en Id Nacus cuando se quedaba de servicio”.
Pelotón de Tiradores al mando de un cabo 1º dirigiéndose a tomar servicio de relevo en algún punto de la geografía de Ifni (Foto de GABRIEL RUIZ) |
“Juanito, como era conocido coloquialmente el teniente, era un tocapelotas; cuando le llevaba la lista de los servicios y guardias para que lo firmara, siempre le encontraba problemas, pese a que se tenía el visto bueno del teniente ayudante; no entendía el orden en que se habían puesto y me tocaba volver a rehacerla. Una mañana me preguntó cómo me llamaba (mi acento al hablar le debió hacer sospechar que era catalán, como él) y al decirle que Pujadas, exclamó ¡Entonces tu eres mi recomendado! Al contestar yo afirmativamente me preguntó si estaba bien le contesté que muy bien y se acabó el tema”.
“Juanito era muy amigo del comandante Rico. Tenían muchas cosas en común. Ambos habían estado destinados en Gerona; los dos eran viudos y bebían mucho. Cuando a Rico lo hicieron comandante ayudante del Grupo y se fue a Sidi Ifni, Pérez Ple pasó a ser mi superior directo, quien tenía que controlar mi trabajo de la oficina, quien repasaba el correo que entraba o salía, quien lo dirigía todo. Mi mundo cambió a peor. Aquello que era fácil y plácido con el teniente Atienza, se complicaba día a día. Escribir una simple carta, un tormento; eran tantas las dudas y vacilaciones de Juanito que los borradores de misivas simples se amontonaban sin encontrar el texto ideal”.
“El teniente Juanito había sido jefe del Destacamento de la Guardia Civil de Gerona desde donde lo enviaron a Sidi Ifni (se decía) al haber intentado multar el coche del Gobernador Civil de la provincia, por exceso de velocidad. Sea o no verdad el hecho, lo cierto es que una vez tomada posesión del puesto de teniente ayudante del Tabor, empezó a tener luminosas ideas de carácter técnico y administrativo. En la Cota 415 dispuso que todos los caminos y senderos estuvieran debidamente señalizados con carteles que indicasen a donde conducían: CANTINA, COCINA, PUESTO DE MANDO, etc., y no tuvo suficiente con plantar los carteles en las intersecciones de aquellos caminos de montaña, sino que los hizo marcar con piedras blanqueadas con cal, para ser visibles por las noches. Al cabo de pocos días nuestra posición había cambiado de aspecto. Vivíamos en una especie de laberinto dibujado en la montaña y no puedo asegurar si señaló de la misma manera nuestra trinchera, alambradas y pozos de tirador pues no tuve ocasión de visitarlas durante mi estancia en esa posición. Lo que sí es cierto es que, desde el aire, el enemigo podía obtener un mapa detallado de la 415, pues una avioneta mora nos sobrevolaba cada dos o tres días y tal vez obtuvo alguna fotografía aérea”.
“La visita inesperada del aviador enemigo tuvo amplias consecuencias que explicaré en otro momento. Para la tropa de nuestro Tabor significó tener que enmascarar de oscuro a toda velocidad las piedras blancas y repulidas de los caminos con barro, para evitar que la cal delatase el rastro de nuestras posiciones; los carteles se dejaron; desde el aire se dijo que no se veían”.
Hay muchas más historias para traducir; si han gustado estas, continuaré. En caso contrario quedarán estas con la palabra FIN…
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