La actriz y cantante Ana Belén (Foto de Internet) |
Hace un par de días leí un excelente artículo del periodista Luis Ventoso Castiñeira en el que deliberaba sobre lo “políticamente correcto”, a la vez que recogía las opiniones que sobre dicho tema emitían personajes tan dispares como la actriz Ana Belén (cuyo verdadero nombre es María del Pilar Cuesta Acosta) de larga militancia izquierdista, que se lamentaba que Rafael Azcona, el vitriólico y brillante guionista de Berlanga, “no podría hacer cine hoy en día, lo cual es terrible” pues “hace tiempo que la corrección política se nos ha ido de las manos y nos está haciendo dar pasos atrás”; al respecto de esta cuestión la escritora Julia Navarro dice rebelarse ya que “no le gusta la sociedad de lo políticamente correcto” y que “le preocupa la libertad de expresión y que la gente empiece a reprimirse por miedo a la corrección y a que todo el mundo se le eche encima por tener un pensamiento heterodoxo”.
Pese a las protestas y reflexiones de personajes tan relevantes de la vida pública española, lo cierto es que esa Izquierda que quiere cambiar nuestra sociedad, no solo en el plano estrictamente económico y político, ha ido imponiendo un lenguaje “propio” para los “progresistas”, basado en la desigualdad de género, para erradicar el “machismo”. Lo inició en el Congreso de los Diputados la entonces esposa de Felipe González (Carmen Romero) al introducir el vocablo “miembras” (para referirse a sus compañeras de bancada) y esto no ha parado, llegando a la ridiculez de las “portavozas” y al despropósito jurídico de las Leyes de Igualdad y de Violencia de Género que han quebrado los principios de igualdad jurídica y constitucional de los españoles en los conflictos de las parejas en el ámbito familiar. O, a mentir descaradamente como oí ayer en TV3 cuando se decía que en 1975 (muerte de Franco) las mujeres tenían que obtener permiso al marido para comprar, trabajar o comerciar cuando esa atávica traba (que ni en la II República fue abolida) había sido dejada sin efectos jurídicos por la modificación del Código Civil en 1958 mientras que la Ley 56/1961, de 22 de julio, de las Cortes Orgánicas Franquistas a iniciativa de Pilar Primo de Rivera, Jefa Nacional de la Sección Femenina falangista finiquitaba la mayor parte de las restricciones a las mujeres en el ámbito laboral, profesional o comercial, hasta que la Ley19/1966, de 28 de diciembre, eliminó todo tipo de trabas excepto el acceso a las carreras militares (a partir de ese año 1966 las mujeres pudieron opositar a Jueces, Fiscales, Notarios, etc.). Como puede verse, nueve años antes de morir Franco las mujeres tenían los mismos derechos que ahora, excepto el de la milicia... Sí, claro, pero la mentira esparcida desde la TV ha llegado a oídos ignorantes que la metabolizarán como verdad y tendrán en sus memorias que hasta que no falleció el “dictador” las mujeres eran esclavas de padres o maridos y que la Izquierda (el PSOE y el PCE) las habían liberado.
Este debate (el del lenguaje, no el de las mentiras) lo abordó Darío Villanueva, el Director de la Real Academia, en una conferencia pronunciada en el mes de marzo de este año, donde dijo que “era una nueva forma de censura. Una censura perversa para la que no estábamos preparados, pues no la ejerce el Estado, el Gobierno, el partido o la Iglesia, sino fragmentos difusos de lo que llamamos sociedad civil”. Para Villanueva (apostillamos nosotros) puede llegar a anular la racionalidad.
Otros pensadores señalan que fomenta la autocensura, que puede ser la peor forma de coartar la creatividad y la libre expresión, lo que nos lleva a interrogarnos sobre si queremos una sociedad que proscriba toda disidencia en nombre de un mayor confort de las minorías y si puede avanzar el pensamiento, y por ende la humanidad, si se constriñe la confrontación de ideas. La “corrección política” pudo ser un proyecto amable en su génesis, pero cada vez más voces de todo el arco político, incluida algunas de la izquierda moderada aunque con la “boca pequeña” para no caer en desgracia, la acusan en alto de cercar el discurso libre, el debate abierto y el intercambio de ideas que es lo que pretende gran parte del PSOE sanchista y la extrema izquierda de PODEMOS y sus CONFLUECIAS que han hecho bandera propia del demencial leguaje hasta erradicar los términos “negro”, “maricón”, “gitano” o “moro” por los eufemismos propios de la más supina ñoñería como “subsahariano”, “gay”, “etnia” o “magrebí”...
Abundando en el tema traeré a este escrito una entrevista que le hicieron al premio nobel peruano Mario Vargas Llosa, quien a las preguntas del periodista se expresaba así:
“Lo políticamente correcto es opinar no como realmente piensas sino arrastrado por la frivolidad, la cobardía o el oportunismo, acomodando tus pareceres a esa corrección política que se pretende implantar. Es una falta de sinceridad, de autenticidad, que si se multiplica convierte toda la vida, principalmente política, pero también social, cultural, en una caricatura, en algo impostado, en una falsedad sistemática en la que no se expresan convicciones genuinas. Únicamente posturas, poses”.
Mario Vargas Llosa: “En cierta forma es una nueva Inquisición” (Foto de Internet) |
“Lo políticamente correcto tiene que ver sobre todo con la izquierda, más que con el centro o la derecha, que ha establecido unos parámetros de los que no puede salir una persona que no quiera acarrear impopularidad, desprestigio, por no estar en el sitio que se considera adecuado desde el punto de vista ideológico, moral, sexual, etc. Lo políticamente correcto va contagiando cada vez mayores sectores. La cultura se llena de lugares comunes, resulta muy poco creativa, muy poco original, y muy poco representativa de lo que es la experiencia vivida”.“Es una manera de imponer una censura discreta, disimulada, que no dice su nombre y que no te castiga físicamente sino con el descrédito en aras de una supuesta corrección. En cierta forma es una nueva inquisición”.
Cuando uno se encuentra ante la dicotomía “he perdido yo la cordura y el sentido común o son ellos quienes han entrado en esa espiral de insensatez”, recibo una tarjeta manuscrita (como todos los años en vísperas de Navidades) de un querido amigo, hijo de militar, que se crió y educó en Sidi Ifni hasta que se fue a la Península para estudiar su Carrera, que me ha embriagado en un aroma de aire fresco, de reafirmación de que la bondad, la amistad, la solidaridad y el sentido común está de nuestra parte y no en el campo contrario desde el que (aunque con vaselina) nos quieren meter ese supositorio “meticuloso” de la corrección política y del vocabulario cursi que lo acompaña.
Me permito compartir con todos vosotros el contenido de la tarjeta en cuestión (ocultando obviamente la identidad del autor) pues creo que a alguno de mis escasos lectores le puede servir de “linimento” para los dolores que sufren por aquellos motivos.
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Como mi “pluma” (la de escribir, no de las “otras” que carezco) es incapaz de trasladaros los ánimos y esperanzas que yo he recibido de Juan, hago mía sus palabras y os las dedico con mis mejores deseos.
Junto a esas entrañables y saludables palabras un recuerdo para nuestro querido IFNI plasmado magistralmente en este dibujo. |
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