sábado, 24 de febrero de 2018

La mili en Ifni (3/3)

Enrique Escribano Bergadá

ENRIQUE ESCRIBANO BERGADÁ, barcelonés, ingeniero técnico químico con la carrera terminada cuando en 1966 se incorporó a filas para cumplir el servicio militar obligatorio en el Grupo de Policía de Ifni, cuenta aquella (para otros, odisea) como una época de tranquilidad y fraternidad, no solo entre los compañeros "europeos" sino también con los nativos que habían conservado el uniforme y que en aquel año eran rearmados para ejercer funciones de policía en parejas "mixtas" por los distritos de la ciudad de Sidi-Ifni. Ni el Campamento lo encontró "duro" (tuvo una duración de 40 días) ni el destino en la Compañía Mixta fue excesivamente gravoso, como cabo en la oficina que llevaba (es un decir) el sargento y que mandaba como capitán un gran oficial (Don Emilio Atienza, gran persona, inteligente y trabajador incansable) que le tomó gran afecto a pesar de que le adjetivó como "el cabo manta" (por algo sería), con cuyo alias era conocido en el ámbito de la Policía.
Escribano en Elche visitando la exposición de fotografías de AVILE en el año 2010 (foto del archivo particular de M. Jorques)
Escribano en Elche visitando la exposición de fotografías de AVILE en el año 2010
(foto del archivo particular de M. Jorques)
Del cuartel dice que era espacioso y cómodos los dormitorios, con un comedor y cocina limpios y ordenados; de la comida se hace cruces de lo buena que era, en la que se incluían corvina, percebes y calamares; como monótono, el postre consistente en naranjas diariamente. Enrique era quien confeccionaba los estadillos para los "menús" en estrecha colaboración con el sargento de cocina que (por elección democrática de los solados) recaía invariablemente en el sargento Berrendo, una buena persona que en ocasiones le invitaba a tomar café a su casa.
Hace hincapié el amigo Enrique que la Mixta, como todo el Ejército de entonces, era pura y dura rutina. Se hacía hoy lo que se había hecho ayer y en el más remoto pasado. Cierto que cambiaban los nombres de los jefes y sus subalternos –algunos–, pero no las actitudes que se conservaban como la discriminación entre militares profesionales y soldados (de cualquier procedencia). Él, como catalán y persona, dice haber sido siempre bien tratado y muy considerado por su labor.

Eduardo Tauler Ruiz

Hace años que entré en relación con EDUARDO TAULER RUIZ que subsistió hasta su prematuro fallecimiento; nos unió una especial química y el hecho de haber servido ambos en el Grupo de Policía de Ifni, él cuatro años después que yo. Había nacido Eduardo en San Antonio de Calonge (Gerona), lo que hoy llamamos la "Cataluña profunda" que ha dado frutos de la cascara amarga (tipo Puigdemont), aunque la de Tauler era suave, dulce y muy española, identidad que había asumido profundamente durante los muchos años de trabajar por Europa. Su vida "civil" que publicamos hace tiempo en la Web de El Rincón de Sidi Ifni y AVILE, bajo el título de "Recuerdos y vivencias de un policía de Ifni" son un vivo exponente de su superación profesional. Voy a dar unas pocas pinceladas antes de entrar en la mili propiamente dicha: "Eduardo que, como hemos dicho, nació en Sant Antoni de Calonge, en el año 1.943, cursó el bachiller elemental y se aplicó en el idioma francés desde los 12 a los 15 años pues su vocación era la de ser un camarero de "alto nivel", para lo que desde que cumplió los 10, en los veranos, hacía sus pinitos como chaval-camarero en el casino-café de su pueblo (por entonces aún no había turismo) con lo que empezó a conocer y tratar al público.
Al cumplir los 15 años ya entró a trabajar en un hotel y con 17 un director de U.B.S. de Lausana le preguntó si le interesaría aprender el oficio en Suiza, y para el país helvético se marchó con un contrato de "stangiere" en el hotel Lausanne Palace, del que salió (dos años después), con solo 19, como "demi-chef de rang", el más joven que había habido hasta entonces. Estudió alemán e inglés en la escuela Benedictine, mientras que el italiano lo aprendió de los casi 150 italianos que había trabajado en el hotel.
En ese hotel, en el que Eduardo era el único español, el hoy rey Juan Carlos I se prometió en la sala Richemond con la princesa Sofía de Grecia, y cada quince días iba la ex reina Victoria Eugenia, a la que la nobleza europea (las damas rodilla en tierra y los caballeros con una cortés inclinación de cabeza) le rendían pleitesía. Allí aprendí mucho en las clases que nos daban cada tarde, añade Eduardo, pero con el trabajo solo se sacaba para sus gastos.
Cambió de hotel y va al hotel Au Domino en Rolle VD, pequeño establecimiento, tipo castillo, al borde del lago Leman, donde conoce a las celebridades que por allí pasan, obteniendo la firma autógrafa de Edi Fischer, Richard Burton, Liz Taylor, Yul Briner, Sofía Loren, Peter Ustinov, David Niven, James Mason y un largo etcétera, recordando por ser todavía personaje actual, que por allí rondaba la madre de Tita Cervera exhibiendo a la recién miss mundo, como si la llevara de "pastoreo". Bueno, tú ya entiendes lo que quiero decir, añade irónicamente.
Los inviernos iba a Arosa, al hotel Kulm, en calidad de medio jefe de rango, "frac" de rigor, guantes blancos, desfiles de gala cada semana de Ninna Ricci y Cristian Dior, orquesta de profesores "Hazzy Osterwald Sextet", lugar frecuentado por los Von Krupp y muchos millonarios alemanes y en primavera regresaba al "Au Domino" pero ascendido a jefe de rango y reemplazante de maître y, cumplidos los veintiún años (la mayoría de edad entonces), siguió en ese puesto hasta febrero del 1965 en que regresó a España ya que tenía que hacer la "mili".

Tauler, de paisano (archivo personal de M. Jorques)
Tauler, de paisano
(archivo personal de M. Jorques)
Desde aquel ambiente de refinamiento y del contacto diario con la nobleza de sangre europea y los archimillonarios, al llegar a su casa le dicen que le ha tocado IFNI (a buscar en un mapa para saber dónde para ese sitio) y que se irá en el tercer reemplazo, mientras que a un primo hermano le ha tocado el primer reemplazo y también al Grupo de Policía de Ifni, por lo que volvió a Suiza y durante el verano ejerció por primera vez de director de hotel, cargo que después de la mili lo desempeñó durante diecisiete años más. Es obvio que durante este tiempo aprendió la disciplina hotelera suiza, mucho más fuerte que la militar española, aunque le hiciese llorar.
Su primo Jaume, el del primer reemplazo, le escribió contándole que hizo el Campamento de Reclutas con el Sargento Rey y, como que era "fofo", perdió 18 kg durante el periodo de instrucción, teniendo que ser ingresado en el hospital por una hernia, que se le complicó al ser alérgico a los antibióticos... (Como verás, me dice, las noticias no eran para echar cohetes). No obstante, después, como que era profesional carrocero de la EBRO, entró en la compañía "Mixta" de la Policía que mandaba el capitán Atienza Vega, llegando a ser "Policía 1ª y Jefe de Taller". Jaume, que en esos seis meses de "mili" conocía a todos los Jefes y Mandos, fue preparando su llegada ¡mi primo habla idiomas!, ¡mi primo aquí y mi primo allí!, de tal forma que cuando llegó en el mes de octubre se encontró a Grau (Cabo furriel del campamento que después se casaría con la hija del Teniente Coronel Mena) así como a que todos los instructores veteranos (Bazán, Piedra...), eran del reemplazo de su primo Jaume.
El camino parecía estar allanado y, si tenía suerte (según le dijeron) estaba predestinado a ser el del "Aeropuerto". De momento, el cabo Grau le informó que pasaba a ser "su secretario" para las tareas del campamento en que pudiera ayudarlo, tareas que no supo en que consistían pero que le hizo ir ilusionado hacia el lugar donde estaba el campamento (cerca de la ciudad, al lado del Matadero Municipal, en una planicie sobre el acantilado sobre el océano)
Estando en el campamento recuerda que el día en que se celebró la llegada del nuevo general (Don Marino Trovo Larrasquito), fueron a buscar a todos los que sabían hacer de camareros y se apuntamos tres o cuatro. Les trajeron las chaquetillas para que se las probaran, lavaran y plancharan; eran de tallas normales aunque para la suya fueran pequeñas (sobre todo de mangas) ya que su estatura entonces era 1,96 metros, y (dice entre risas) no se le ocurrió otra cosa que coserse unas mangas postizas confeccionadas con los calzoncillos de reglamento que aún no había estrenado... Confiesa Eduardo que no era un modelo Dior, pero salió del paso, gracias a que por estos mundos había aprendido a coser, lavar, zurcir, almidonar cuellos, pecherines, puños y camisas etc. etc.
Tauler, de policía (archivo personal de M. Jorques)
Tauler, de policía
(archivo personal de M. Jorques)
Al día siguiente, temprano, se presentaron en el Casino de Oficiales, morenos, con el pelo reglamentario y más "pegaos", como se dice, que nadie. Al primero que se encuentra Eduardo, una vez instalado en su profesión, es a un legionario montando la mesa principal: lo mira y le pregunta, ¿tú eres camarero? ¡Pero no ves lo que estás haciendo! ¡Una, las flores!, quiero que me las pongas formando los colores de la Bandera frente al sitio de honor, y después un clavel rojo, otro amarillo así, estirados decorando la mesa... Y a continuación: ¡dónde vas con estos cubiertos!, ¿Es que no tenéis "blanco de España"? ¡Hay que fregarlos, que están amarillos! El legionario se excusó diciendo que no tenían, a lo que Tauler, ya en plan de "director de hotel" con latiguillo militar le contesta que no le valía la excusa, pues con el barrillo fino de las macetas de flores los podía limpiar y se lo ¡hizo limpiar! mientras él arreglaba la mesa.
En ese menesteroso trajín (Eduardo de jefe y el legionario de "pinche") entró el capitán Cuevas (Don Emilio Cuevas Puente) y le pregunta al legionario: CAPITAN, ¿qué tal te van los ayudantes que te he mandado? En ese momento (amigo Jorques) si me pinchan no me encuentran una gota de sangre; quise fundirme. El legionario no llevaba galones ni plaquetas que lo identificara y lo había confundido con un soldado raso, tratándolo de tú a tú, pero con tono de superioridad. Y cuando el capitán legionario contestó: mira, aquí me tienes; este recluta me tiene arrestado fregando cubiertos. El capitán Cuevas le miró con su típica sonrisa (mitad cachondeo, mitad que te la pego), pero al final del banquete fueron felicitados y este fue su primer contacto con los oficiales y jefes. Por cierto, añade Eduardo, que aquel capitán legionario dejó los cubiertos limpios y brillantes como una patena.
Estando ya instalados en la Compañía Local, recuerda Eduardo, que llevaban los rombos en el uniforme de color azul marino oscuro; decían que era para que todo el mundo supiera que para dar "leña" no se lo pensaban dos veces. Personalmente solo vio una actuación violenta en ocasión de salir de pareja con un gallego veterano, cuando en un local situado frente a la Mezquita había un policía nativo que estaba "trompa" y al llamarle la atención el moro lo agredió cogiéndolo por las trinchas; el compañero, ni corto ni perezoso, sacó su defensa y al primer golpe le cayeron al nativo un par diente o tres y no pasó nada más. Desde luego, reflexiona Eduardo, ese gallego era muy convincente; era el jefe de pareja y tenía que hacerlo pues le habían intentado agredir.
De estos servicios como policía recuerda que una noche en la calle de la Mezquita, al fondo del todo, los bares tenían que cerrar a las 11 de la noche, pero allí había un portal de madera en cuyo interior sabían que era un bar y como ya pasaba de la una de la madrugada su compañero, el gallego, miró por el ojo de la cerradura, desenfundó la pistola y le dijo ¡desenfunda y cúbreme! Montaron las armas y de dos patadas en la puerta (como en las películas) se abrió y dentro estaban los "clientes"... Un teniente de la Legión, un cabo indígena de la Policía, otro policía indígena y el que regentaba el bar que cree era también era otro policía nativo. Todos quedaron sorprendidos y el Teniente que les decía ¡chavales, que os la jugáis! y lo repetía, pero ellos replicaban que a horas prohibidas estaban bebiendo y fumando hierba, así que "el gallego" (¡menudo era!) les dijo: ¡esto se lo cuentan al Oficial de Guardia! Así que cerraron el local y, uno detrás del otro, hasta el Retén de la Local a esperar al Oficial de turno. No sabe cómo acabó, pero no escuchó ningún comentario al respecto en los días siguientes.
Estando cavando para construir una zanja (no lo debía hacer demasiado bien) y comprobar que todos le estaban mirando, se apercibió que allí enfrente estaban el capitán Cuevas, el Sargento 1º y otro sargento. Los miró sorprendido enseñándoles las manos a su requerimiento y el capitán le preguntó que cual era su profesión (con tanta soldadesca era imposible que se acordara del "incidente del Casino de Oficiales), y al contestarle que era director de hotel y que estaba en la compañía esperando el destino del "aeropuerto", inmediatamente les dijo a los sargentos que me relevasen de mis funciones. Como ya verás más adelante –añade– los cinco muchachos del Capitán éramos de Servicios Especiales e intocables, 4 catalanes y un valenciano.
Escarbando en los recuerdos de aquellos tiempos, dice Eduardo que continúa teniendo presente un día en que se hallaba de retén en la compañía y llamaron por teléfono, diciendo que un nativo se estaba ahogando y que había sido presa de las olas en su resaca. Al momento salieron con el jeep el cabo 1ª, el chofer y cuatro números, bajando por "Marina" y al llegar vieron el cuerpo en la playa y la mar embravecida, teniendo que esperar a que la ola se retirase para entrar con el jeep a toda "pastilla", saltando dos de los policías, agarrando el cuerpo y casi tirándolo dentro y subiendo al unísono, sin pensarlo, vio que estaba vivo y sin decir nada ni pensarlo empezó a practicarle la respiración artificial boca a boca y masaje cardíaco hasta que en el jeep llegaron al Hospital; allí mismo lo pusieron sobre el banco de la entrada. El Capitán Médico le dijo que prosiguiera con las maniobras, que lo hacía bien. El joven nativo sacó hasta su primera papilla. Le había salvado la vida. Hoy, añade Eduardo, ¡volvería a hacerlo!
El carnet de identidad de “Servicios Especiales”
El carnet de identidad de “Servicios Especiales”
Ahora solo me falta contarte –añade– el día que el teniente Santamaría – cree que era el yerno del Teniente Coronel Mena– les hizo formar en el patio de la Local para preguntarles por sus respectivas habilidades profesionales, con el fin de repartir destinos: A la voz de ¡electricistas! ¡Yo, yo!, ¡albañiles! ¡Yo, yo! ¡IDIOMAS! (repercutía en el destino al Aeropuerto): un madrileño levantó la mano y Eduardo también. El teniente le pregunto al madrileño cuantos hablaba a lo que le respondió: francés, alemán, inglés, italiano y castellano. Mi teniente, le contesto Eduardo a su pregunta: Yo, inglés, francés, alemán, italiano, castellano y catalán. El teniente Santamaría le dijo que no sería tanto, a lo que Eduardo le contestó (con aquello que ponen las gallinas) ¡cuando quiera, puede usted comprobarlo! Y, ¡se ganó el destino! ¡Servicios especiales!
Dice que se había olvidado contarme que al segundo día de Campamento conocieron al Tte. Tejedor, que le dijo que tenía que darle clases de francés, que empezarían un día de estos; nunca empezaron, pero un día cuando ya ocupaba su destino, por la frontera, nadie sabe cómo, entró un Volkswagen escarabajo con 4 alemanes y un jamón serrano... (Sí, decían que la carretera de Marruecos-Agadir estaba minada), la cuestión es que al día siguiente el Tte. Tejedor como oficial de semana, el chofer y Eduardo como intérprete fueron a devolver a los alemanes a la frontera, YYYYYYY.... pasaron la 1ª línea, la 2ª línea, hasta llegar a la tercera, donde se encontraron con un soldado marroquí que se afeitaba en un montículo, con el espejo clavado en un palo. El Tte. Tejedor, en un francés más que correcto, les dijo que allí se los dejaba. Me parece, dice Eduardo, que lo único que dijo fue "Salahm-Alaikum". ¡Vivir para aprender!
De este servicio militar tan atípico que el director de hotel suizo estaba realizando, le viene a la memoria las fiestas de la Virgen del Pino de aquel año, para cuando regocijo de todos acudió la trapecista canaria "Pinito de Oro". El teniente Armendia le pidió a Eduardo que fuese el encargado-relaciones públicas de la caseta de la Policía. Sus compañeros hicieron de barman. Tenía todas las mesas reservadas, por si las moscas: una para el Gobernador Militar, don Marino, y otras para diferentes compromisos, cuando llegó un señor con su familia y se sentó en una de las mejores mesas. Eduardo, ni corto ni perezoso, fue hacia él y le dijo que aquella mesa estaba reservada, a lo que con tono de guasa le espetó "Chaval aquí no hay ningún cartel que ponga reservado" (Eduardo sabía que aquel señor de paisano era el comandante Cesar, el terror de los soldados de Tiradores) y no obstante le contestó que cuando llegase el General para ocupar aquella mesa que se lo dijese a él eso de que no estaba reservada. Se levantó le pidió donde sentarme, le dio otra mesa y en paz. En esa mesa hizo sentar a un cabo 1º de la Legión con su familia; el General tenía otra mesa reservada y el teniente Armendia recibía la felicitación del comandante Cesar por haber puesto a un chaval con carácter, ¡sí señor!, y a Eduardo también le felicitaron.
En el campamento le habían sacado una verruga de la cabeza un teniente Médico (catalán); le puso primero un hilo de seda para secarla, después como que le saltaba el hilo se la cortó a tijerazo limpio, le puso una gasa y un esparadrapo por lo que estuvo unos días sin cortarme el pelo, cosa que en una de las revisiones que hizo al campamento se lo comentó al teniente Tejedor. Más tarde en una de las misiones que me encomendó el teniente San José, una vez resuelta, el Teniente Coronel Mena le hizo formar con uniforme en el patio de la Local con toda la compañía, le hizo dar un paso al frente, le felicitó, le dio quinientas pesetas de las de entonces y le dijo lo siguiente: "EL POLICIA SIEMPRE ESTA DE SERVICIO, PERO LOS BUENOS SERVICIOS SIEMPRE SE PREMIAN". Reconoce haberse sentido satisfecho y orgulloso.
Un día pasó un mal trago con un encarguito que le dieron sus superiores. Fue algo especial, tan especial que, a pesar de los años transcurridos, no puede contar. La cuestión es que durante el "trabajito" tenía Eduardo que tratar al General Marino Trovo y al Capitán Rascón y a los demás personajes invitados, de forma informal, de Tú, como si hubieran "comido fideos" juntos toda la vida; así lo hizo, pero siempre dentro de una discreta distancia.
Como se había incorporado a su destino el día cinco de noviembre de 1965, el día 6 de noviembre de 1966 (un año y un día, como dirían los Juristas) el General Militar don Marino Trovo Larrasquito le citó en Palacio a las 10 de la mañana por mediación de su Capitán Jefe del Grupo, Don Luis García Rascón, (E.P.D.) y le comunicó don Marino, que había llegado a sus oídos que le haría ilusión marcharse con permiso indefinido, le preguntó que cuando, y la respuesta fue contundente ¡HOY! Hombre Eduardo, dijo el General, hoy, hoy, y jugándose el físico le replicó: si S.E. no logra que me marche hoy, no lo logra nadie. Don Marino sin titubear: Vete a ver al Secretario General y que te dé el permiso ¡ah! gracias por todo y buen viaje.
Cuando Eduardo se lo dijo al Secretario General no se lo creía, por lo que telefoneó al General, y acto seguido, de golpe, se puso firmes, diciendo ¡si mi General! ¡A sus órdenes mi General! Acto seguido le dijo, toma chaval toma, aquí tienes este permiso y perdona.
Nos parece que no necesitamos extendernos más para que quede claro el grado de integración y reconocimiento de los mandos superiores a Eduardo Tauler y los demás catalanes que servían en la Policía; y la discreción que mantuvo con nosotros durante las largas charlas en las que no nos contó diversos secretos de los "servicios especiales" en los que anduvo metido.
El extensísimo relato fue iniciado en Estartit (pueblo de la provincia de Gerona de unos 3.000 habitantes) el 9 de febrero de 2.012 y concluido cuando estaba finalizado 2.013. Eduardo no lo pudo leer para "pulirlo", ampliarlo y complementarlo con los recuerdos de su primo Jaume (el de la Mixta) en la reunión-comida que habíamos programado para la primavera de 2014, en el restaurante familiar que había montado en ese turístico pueblo de la Costa Brava, cuando se retiró como director de hotel en Suiza, donde tantos años pasó. Un tumor cerebral se interpuso en su camino y en pocas semanas se "nos fue" para siempre. La última vez que me llamó por teléfono fue para decirme que se iba al hospital; que no se encontraba muy bien; qué ya me llamaría otro día... No volvió a salir.

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