Matías Lozano, durante la entrevista |
Fue Don Miguel de Unamuno quien inventó el vocablo de la intrahistoria para definir la "letra pequeña" de la Historia, aquello que no parece necesario (ni tal vez conveniente) darle excesivo relieve, para que no empañe el brillo del relato de los hechos que hacen los sesudos, doctos y (en ocasiones) presuntuosos historiadores.
Hace muy pocos días (el 30 de Junio) se han cumplido 44 años desde que España entregó Ifni a Marruecos. Conocemos el relato oficial, muy escueto y escasamente documentado gráficamente (los medios de comunicación españoles casi no tocaron el tema; todo lo contrario que hizo el Reino Alauita), y nos parece que puede ser interesante (no nos atrevemos a decir importante) dar a conocer el relato de un testigo presencial de aquel transcendental hecho, así como de los meses previos a la consumación de la "retrotraición" cometida por el gobierno del General Franco.
Veamos pues lo que nos cuenta MATÍAS LOZANO DIAZ DEL CAMPO, ex policía de Ifni, que durante trece meses presenció el desmantelamiento de la provincia nº 51 de España.
Matías Lozano, policía de Ifni. |
Aunque nacido en Daimiel (Ciudad Real) y censado en dicho pueblo, Matías vivía en Valladolid desde que a los 18 años ingresó como empleado de la Compañía Telefónica Nacional de España (como entonces se llamaba) y allí fue informado por sus familiares de que le había tocado prestar el servicio militar obligatorio en Ifni. Nacido en Noviembre de 1.946 pertenecía al reemplazo de 1.967 y tuvo el discutible honor de que el último contingente de reclutas enviado a Sidi Ifni en Mayo de 1.968 fuera el suyo. A partir de ese momento no llegaron nuevos quintos.
El Campamento de instrucción del Grupo de Policía Ifni nº 1 continuaba situado en la parcela que existía entre la pista del aeródromo y el acantilado sobre el Atlántico, colindante con el Matadero Municipal, que tantas inmundicias arrojaba en los alrededores, para la alegría de millones de moscas de todos los colores y pelajes imaginables. Duró tres intensos meses de los que destaca el comportamiento ejemplar del capitán Don Emilio Atienza (sus charlas teóricas, eran una delicia) y la brutalidad de un sargento apellidado Alonso. Como dato anecdótico pone de relieve que tenían entre ellos (los de quinta) tres voluntarios muy especiales: "Ramón Fernández-Cid", de solo 16 años de edad, hijo de un comandante (le parece que de Tiradores), un hijo del General de Ifni (Vega) y un hijo del Secretario General del Gobierno (Iglesias). Del primero y el último tiene un recuerdo muy grato, pero del hijo del general no. Dice que era un chulo y que como le exigió que le hiciera la cama, al negarse Matías, le dio un terrible bofetón en un oído que le tuvo casi sordo durante algún tiempo. Encima, los fines de semana, lo podían ver desde el acantilado, como montaba a caballo por la playa y se burlaba de ellos.
Jura de Bandera ante el Cuartel de Tiradores. |
Aspecto del cuartel de la Local (año 1.969) |
Cuartel de la 1ª compañía de Policía. |
Conforme avanzaba 1.969 el desmantelamiento era más evidente. De su cuartel de la Local se llevaron hasta las literas y tenían que dormir en el suelo y el personal de la 1ª compañía evacuó su cuartel (el más moderno que tenía hasta piscina) y se replegó a la Local, pues ya solo quedaban los que se habían incorporado en Mayo del año anterior (unos 80) que tuvieron que hacerse cargo de todos los servicios a razón de cuatro horas, descanso de otras cuatro y así día y noche. Al romper el ritmo normal del sueño los policías iban como sonámbulos.
Además, el malestar de los superiores, iba en aumento, lo que motivaba arrestos y castigos desproporcionados, como aquel del que fue protagonista un sargento analfabeto (bruto total) llamado Ricardo Buenache, al que le cayó encima un cubo de agua que habían puesto sobre la puerta de los lavabos de la compañía, para dar el bromazo a algún soldado. Buenache hizo salir al patio a toda la gente y preso de una furia irracional empezó a pegar hostias a diestro y siniestro (Matías también las recibió, no lo olvida) y como al parecer las manos se le entumecieron hizo que Matías, encargado del armero, le facilitara una porra para continuar con la "juerga", y como le dio la de estructura hueca (poco peso y poca pegada) requirió la maciza y los golpeó a placer durante un largo rato. La idiotez a la que se llegaba en aquel Ejército puede describirse muy rápidamente: Al día siguiente todos se enseñaban los hematomas que llevaban en sus carnes en una especie de concurso de cuales eran mayores.
Los últimos de Sidi Ifni, esperando el embarque para El Aaiún (27/06/1969) |
A primeros de Junio de 1.969 se presentó en Sidi Ifni un contingente de la Policía o Gendarmería Marroquí que fue aposentado en el cuartel que había sido de la 1ª compañía (la que tenía piscina) y los servicios los hacían conjuntos (un musulmán y un cristiano) con el fin de que fueran conociendo el terreno que puede decirse ya era suyo.
Con el uniforme de Policía Territorial, en las arenas del Sahara. |
El día 26 de Junio se seleccionó una sección de Policía (los más altos) que con una compañía de la Legión se quedaron para arriar la bandera de España, mientras que la tropa de Tiradores era embarcada en los buques fondeados frente a la costa. Antes, se habían llevado el armamento pesado, mobiliario, vehículos, etc. Sidi Ifni quedaba prácticamente vacío de españoles, después de 35 años.
En las primeras horas del día 27, el resto de los policías y las compañías restantes de la Legión, fueron llevados al aeropuerto desde el que se hizo una especie de puente aéreo con El Aaiún. La tropa profesional (legionarios) vale, pero los de leva obligatoria (policías) que creían iban a licenciarlos anticipadamente tuvieron que cumplir los tres meses que les quedaban en la Policía Territorial del Sahara, y así consta en la cartilla militar de Matías.
Septiembre 1.969 ¡Al fin llegó la licencia! |
Esos últimos meses de mili fueron duros, incluso desagradables, no solo por el lugar al que fue llevado y a la fractura de la convivencia de sus compañeros de Ifni, sino porque no tenían nada que hacer (no les ponían servicios) lo que ponía de relieve la inutilidad de aquello y la pérdida de tiempo en detrimento de su futuro civil.
Ya hemos dicho que Matías era empleado de Telefónica y dio la casualidad de que en el cuartel estaba montando una centralita un soldado de Transmisiones (también, como él, funcionario de la Compañía Telefónica) al que ayudó, y cuando ese soldado le pidió al capitán de la compañía si podía echar mano de él como ayudante, el oficial al comprobar que en su documentación figuraba como destino en Sidi Ifni el de armero (aunque no lo era de oficio) lo dedicó a poner en orden y repasar el armamento ligero. Y así hasta la licencia.
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