lunes, 17 de diciembre de 2018

La perversión (jurídica y política) del lenguaje

Estos “catalanes” quieren la “independencia” (Foto de Internet)
Estos “catalanes” quieren la “independencia” (Foto de Internet)
Los asesores de rebeldes y sediciosos catalanes han conse-guido imponer el calificativo de “independentistas” frente al de “separatistas” a los Partidos y Asociaciones cívicas que quieren mutilar España amputando la región catalana para convertirla en un “Nuevo Estado”. El “nombre” no es cuestión menor, ni mucho menos, ya que es el núcleo de lo que llaman (el PNV también) “derecho a decidir” o “derecho a la autodeterminación de los pueblos”. La impecable campaña de marketing llevada a cabo en los medios de comunicación con la convivencia de los mismos, bien por ignorancia o bien (lo más seguro) por malicioso colaboracionismo, nos pueden llevar (nos están llevado) a torticeras interpretaciones en el ámbito internacional. En clave interna ya no hay remedio pues hasta una notable mayoría de los que se autoproclaman constitucionalistas y postulan la Unidad de España les dan a esos insurrectos la denominación errónea de independentistas.
Nos están “llevando al huerto” de aceptar que SU estatus anterior a la independencia no es otro que el de DEPENDENCIA, aquella situación que va asociada a la falta de libertad, que puede ser jurídica (un menor sujeto a la patria potestad de padres o tutores que llegado a la mayoría de edad se convierte en “libre”) o política, concepto que apareció con la Declaración de Independencia de los EEUU e 1976 como respuesta al colonialismo europeo y se extendió con el Acta de Independencia de Haití (1804) tras la revolución haitiana (1781-1804) y las declaraciones de independencia de los países hispanoamericanos dependientes del Imperio Español en las guerras coloniales (1818-1821). Más adelante se relacionó estrechamente con el principio de no intervención y el derecho de autodeterminación de los pueblos del mundo.
Zapatero (cada día más tonto) niega que los presos sean “golpistas” y pide a Sánchez “más dialogo” para solucionar el “problema” iniciado por él al dar barra abierta a Maragall para un nuevo Estatut que resultó inconstitucional (Foto de la Agencia EFE)
Zapatero (cada día más tonto) niega que los presos sean “golpistas” y pide a Sánchez “más dialogo” para solucionar el “problema” iniciado por él al dar barra abierta a Maragall para un nuevo Estatut que resultó inconstitucional (Foto de la Agencia EFE)
La huida del término SEPARATISTA de los sediciosos políticos catalanes no es meramente de carácter semántico sino, como hemos dicho anteriormente, por ser contrario a su razonamiento político, a la fundamentación de su exigencia de INDEPENDENCIA. Ahí radica su rechazo a ser motejados de “golpistas”, que es compartido por el cada vez más tontiloco (que ya es decir) de Rodríguez Zapatero que en el diario Mundo de hoy domingo (titulares) dice que los políticos catalanes encarcelados NO SON GOLPISTAS, lo que implícitamente quiere decir que son independentistas que tienen derecho a su independencia al estar sometidos por la fuerza a España, como potencia colonialista. Cuando catalanes y vascos “independentistas” piden la retirada de las fuerzas de ocupación de sus territorios (Ejército, Guardia Civil y Policía Nacional), su exigencia tiene su origen en la pretensión de que son el producto de una conquista imperialista española.
Si nos ceñimos en Cataluña, a los últimos cuarenta años, entenderemos que los políticos procesados, encarcelados y pendientes de juicio por rebelión proclamen su inocencia y nieguen haber cometido delito alguno ya que sus actos son meramente políticos y tenían “derecho” a llevarlos a cabo.
Todo proviene de la sibilina mentira histórica lanzada por el pujolismo de los primeros años setenta del pasado siglo al tergiversar la “Guerra de Sucesión de monarcas al Trono de España” por una Guerra de “SECESIÓN-SEPARACIÓN” de Cataluña contra (y de) España que al perderla el 11 de septiembre de 1714 la privó de libertad, la “ocupó” militarmente, le abolió sus leyes (fueros medievales obsoletos, apuntamos nosotros), etc. Esa gran mentira unida al mito de un héroe de aquel día (Casanovas) que no explicitan si murió o no en el combate (en realidad, herido en un brazo huyó como después haría Puigdemont, aunque con viaje más corto, solo hasta el sur de Francia) y se convierte en tabú decir que Don Rafael fue indultado por Felipe V, retornó a Barcelona en donde ejerció la abogacía hasta su muerte (nosotros hemos visto en el Colegio de Abogados el tomo y página donde consta su colegiación)
Pujol, el promotor del “separatismo” que ahora quiere ser “independentismo” (Foto de Internet)
Pujol, el promotor del “separatismo” que ahora quiere ser “independentismo” (Foto de Internet)
Esa leyenda agrandada año tras año es la que prensa, radio, televisión, maestros y libros de las escuelas, manejada por los llamados nacionalistas o catalanistas, es la fuente de la que han bebido las generaciones actuales, en la que creen a “pies juntillas”. Sus dirigentes, más cultos (Junqueras me parece que es licenciado en Historia contemporánea) saben la verdad, pero también saben que esa mentira miles de veces repetidas acabará convirtiéndose en LA VERDAD MENTIROSA mediante la que pueden pedir (“aquí, en la China y en Madagascar”, como dice la canción) que se les llame independentistas y no separatistas y por lo tanto merecedores de su independencia, de su libertad, que tienen secuestrada por la malvada e imperialista España.
Veamos el porqué de la evasión del calificativo de SEPARATISTAS de esos políticos encarcelados, de los que mandan en el Gobern, de las incultas y fanatizadas huestes que les siguen como los corderos al pastor (los perros pastores, que “trabajan” para que no se descarríe el rebaño, son los “colmillos” de la CUP, CDR y otros canes semejantes) y de los políticos y medios de comunicación que no son de procedencia catalana.
Garzón e Iglesias, dos sonrientes comunistas (Foto de Internet)
Garzón e Iglesias, dos sonrientes comunistas (Foto de Internet)
El nombre (femenino) de SEPARACIÓN nos indica la acción de separar o separarse de “algo” que antes se hallaba “unido” (por ejemplo, un matrimonio que se divorcia, o dos hermanos siameses que necesitan ser intervenidos quirúrgicamente para su separación). El término tiene su origen en el latín “separatio” y en el fondo es sinónimo de “ruptura y no de independencia”, de amputación, de modificar sustancialmente la situación anterior, modificación que si no es consensuada por los interesados puede devenir en violenta si una de las partes se resiste a la mutilación. Tal situación, referida a un Estado democrático y de derecho como es España, en que una porción quiere separarse por las bravas, a la fuerza, vulnerando las leyes comunes, no debe ni puede ser aceptada por la comunidad internacional. Eso lo saben los “presuntos delincuentes catalanes”, y se lo ratificaron en la UE y por todas aquellas naciones “razonables” a cuyas puertas llamaron pidiendo ayuda por los actos separatistas de los meses de septiembre y de octubre de 2017. En consecuencia vieron que había que darle “la vuelta a la tortilla”, borrar cualquier huella que hubieran podido dejar de su ansia de “separatismo” truculento y volver a la senda de la independencia, echando la caña al río revuelto internacional con cebos tan notables como Zapatero, Sánchez, Iglesias, Garzón y otros por el estilo, además del lobby esloveno que les apoya incondicionalmente, a la espera tranquila, en paz y democrática (como no se cansan de decir) de capturar ese PEZ de la independencia y la libertad, al que no tienen derecho por la “veda” legal que lo ampara.
Nicolás Maquiavelo y su conocida obra “El Príncipe” (Foto de Internet)
Nicolás Maquiavelo y su conocida
obra “El Príncipe” (Foto de Internet)
Esta gente nos quiere hacer olvidar (en los libros de Historia se ha difuminado o directamente borrado) que el estado español nació coetáneamente con el inicio de la denominada “edad moderna” en el siglo XV cuando los turcos tomaron Constantinopla en 1453, por el matrimonio de Isabel y Fernando herederos de los tronos de Castilla y Aragón (en este se hallaban los condados catalanes) que posteriormente se convertirían en Isabel I (tras la muerte del rey, su hermano) y Fernando II (al fallecimiento de su padre). Ese matrimonio y el afán de ambos por superar el feudalismo y UNIR en un solo reino todas las tierras de los reinos cristianos de España les llevaron a la conquista de Granada, a la anexión de Navarra y tras el fallido intento de incorporar a Portugal mediante lazos familiares, la España territorial quedó configurada tal como ahora la conocemos; incluso la insular también por la aportación de las Baleares por la Corona de Aragón y la conquista de las Canarias. Al comenzar el siglo XVI el Reino de España (el estado territorial y jurídico) había nacido y era el primero de los europeos y la “envidia” de Nicolás Maquiavelo, según nos dejó ver en su obra “El Príncipe”. Que suspiraba por la unión de todos los territorios italianos en un solo reino o república.
Dejando a un lado (que es mucho, demasiado dejar) la gesta del descubrimiento, conquista y colonización de América, la prematura muerte del heredero de los reyes y de su saga familiar de los Trastamaras (murió de amor, de tanto “practicarlo”), el fallecimiento de Isabel I, las segundas nupcias de Fernando II de Aragón con una joven sobrina con la idea de tener un descendiente (murió, según se dice, en el “intento” tras trasegar buenas dosis de la “viagra” de aquellos tiempos) con lo que hubiera dividido el Reino en dos, la mitad castellana para Juana y sus descendientes flamencos y la mitad aragonesa para su sucesor (nonato), pasadas esas “tormentas” iniciales cuando el Reino-Estado español era tan débil como cualquier recién nacido, se hizo fuerte, robusto, bajo la égida de la savia nueva de los Habsburgo que con Carlos I y Felipe II nos llegaron a convertir en el País más importante (a la vez que temido y odiado) de todo el mundo, globo terráqueo que nuestros marinos circundaron por vez primera en la historia tras descubrir aquellas tierras ignotas del océano Pacifico (al que le pusimos nombre) como el Archipiélago Filipino.
Isabel y Fernando, fundadores del REINO-ESTADO unitario español (Foto de Internet)
Isabel y Fernando, fundadores del REINO-ESTADO unitario español (Foto de Internet)
No queremos dar la “lata” con otras referencias históricas que todos conocemos; estimamos que no son necesarias para que quede claro el nacimiento del Reino-Estado de España y su trasformación en NACIÓN, con el concepto moderno adoptado por la Revolución Francesa que había teorizado el abate Sieyes a mediados del siglo XVIII, cuando en 1812 las Cortes de Cádiz, en las que estaban representadas todas las regiones peninsulares (incluidos catalanes) e incluso diversos territorios americanos, con la promulgación de la Constitución que siempre se llamó “La Pepa” al haber sido aprobada el 19 de Marzo, los españoles pasamos de ser súbditos de la monarquía a ciudadanos de la Nación que veía la luz en aquella fecha y que ha perdurado hasta nuestros días.
Resumiendo: si aceptamos que la facción catalanista (y la vasca, en su momento) es “INDEPENDENTISTA”, asumimos que ese territorio y esa población están privados de libertad y sometidos a una potencia extraña y extrajera, por lo que tiene derecho a la independencia mediante un proceso de autodeterminación (algo así sucedió entre Inglaterra e Irlanda a principios del siglo XX y Finlandia ante la recién nacida URSS) y se tendría que buscar un “acomodo” para los habitantes que no quisieran dejar de ser españoles y convertirse en catalanes (la solución irlandesa-inglesa fue la creación del Ulster). En lo que respecta a la independencia de los países disgregados del Imperio Austro-Húngaro que los vencedores de la I Guerra Mundial agruparon en torno a Serbia para formar el estado “Frankenstein” de Yugoslavia, es obvio que se hallaban en una situación de falta de libertad nacional, nada que se pueda trasladar o comparar a Cataluña, pese a que con la repetida monserga de que el problema de SU Cataluña es “político” y solo se puede resolver con el “dialogo”, que es lo mismo que decir que está sometida y por lo tanto tiene derecho a la independencia que tiene que darle España.
Si rechazamos esa piedra de molino con la que los insurrectos quieren que comulguemos (algunos, como Zapatero, Garzón e Iglesias, ya la han engullido, y otros, como Sánchez e Iceta, están en el periodo de abrir la boca) y por el contrario proclamamos que son SEPARATISTAS, que quieren fracturar España, deberemos reflexionar para encontrar la solución definitiva, que a nuestro juicio no puede ser otra que oír a todos los españoles, con derecho a voto, en Referéndum nacional, preguntando si queremos esa fractura definitiva de la Nación española y su disolución (a la que se engancharían los vascos y tal vez algún grupúsculo más, como en la Primera República), o lo rechazamos, mediante una votación que diera como resultado un NO contundente. En tal supuesto deberá aplicarse la voluntad mayoritaria, tal como prescribe la Constitución y demás leyes vigentes, con la utilización de la fuerza legítima si es necesario.

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